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Nella ricorrenza del 25º anniversario della Facoltà di Teologia dell'Università di Navarra, il Gran Cancelliere ha inviato il seguente messaggio (29-X-1992), che è stato letto pubblicamente dal Vice Gran Cancelliere dell'Università nel corso delle ceri

Roma, 31 de octubre 1992

Queridísimos: ¡que Jesús os guarde!

«Soñad, y os quedaréis cortos» El Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, elevado a la dignidad de los altares por el Santo Padre Juan Pablo II el pasado 17 de mayo —día que ha quedado grabado para siempre en nuestro corazón—, gustaba repetir esa frase sencilla y alentadora, llena de confianza en Dios, que bendice copiosamente —como bendijo las redes de Pedro— el esfuerzo de quienes trabajan en su nombre y sólo para su gloria: Deo omnis gloria!

¡Cuántas veces le hemos oído decir a unos y otros, en tantos países, ese «Soñad, y os quedaréis cortos»! ¡Y cuántas obras y actividades realizadas con espíritu cristiano, que hoy cubren la faz de la tierra, son testimonio de su fe contagiosa, de su esperanza y de su amor! Al calor de la fortaleza paterna de nuestro Fundador han nacido y madurado incontables realidades de servicio a Dios, a la Iglesia y a las almas, que son como una imagen siempre renovada de la parábola evangélica del grano de mostaza: la más pequeña de las semillas, que se hace árbol en cuyas ramas vienen a anidar las aves del cielo (cfr. Mt 13, 31-32).

Así está sucediendo de nuevo hoy ante nuestros ojos, como lo prueba la celebración del XXV Aniversario de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. También este Centro nació pequeño en lo material, pero animado por el espíritu magnánimo del Beato Josemaría, y llamado a crecer tanto más deprisa cuanto mayor es el afán de santidad que os mueve, día a día, y más profundamente sabéis hundir las raíces de vuestro trabajo en la humildad y en la fidelidad plena al Magisterio de la Iglesia. Los frutos son ya patentes, en los diversos aspectos de vuestra actividad.

Conocéis perfectamente con cuánto amor se afanó el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer para que la Universidad de Navarra contase con un Centro de investigación, estudio y formación teológica, abierto a los desafíos presentes y venideros que se presentan a la Iglesia y al mundo, y fuertemente arraigado en la más auténtica Tradición eclesial. Esta Facultad de Teología nació como en sus manos, fruto de una profunda aspiración que albergaba en su alma desde antiguo, y al mismo tiempo como respuesta solícita a los deseos de la Jerarquía de la Iglesia. Y de sus manos pasó a las vuestras: a las de quienes hace veinticinco años comenzasteis la tarea, y a las de quienes habéis venido después a continuarla como profesores, alumnos o empleados, hasta el día de hoy.

Puedo aseguraros que el Beato Josemaría siempre estuvo muy cerca de vuestros trabajos y que, con la inmensa capacidad de amor que Dios concede a los santos, rezó intensamente por todos, pues la oración fue el fundamento seguro de todas sus obras apostólicas. Respetando la libertad de cada uno, y fomentando la capacidad de iniciativa, siguió paso a paso e impulsó el caminar de la Facultad en los años iniciales, mientras el Señor lo tuvo entre nosotros. Pero rezó también por quienes la proseguirían en el futuro. Por eso, estad convencidos de que continúa ayudándonos desde el Cielo: contad, pues, con su intercesión, para que el Señor colme de fruto todas vuestras tareas.

Al unirme de corazón a la celebración de las Bodas de Plata, deseo referirme brevemente, una vez más, a dos aspectos de importancia capital, concernientes al estudio de la Teología y a la actividad pastoral, que el Santo Padre Juan Pablo II ha subrayado en su reciente Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis, si bien no se limitan a los sacerdotes y candidatos al sacerdocio, pues encuentran una aplicación más amplia.

Mi primera consideración, dirigida por igual a profesores y alumnos, es ésta: la Teología puede surgir, como inteligencia de la fe, sólo en quien verdaderamente cree; está condicionada por instancias precedentes que la hacen posible y le dan su energía más alta. Encontramos una analogía en lo que el Beato Josemaría comentaba a propósito de la fundación que Dios le encomendó, el Opus Dei. Decía que primero venía el fenómeno ascético y pastoral vivido; después, su tipificación jurídica en el derecho del Pueblo de Dios; y, por último, tenía efecto la elaboración teológica correspondiente, la cristalización del fenómeno y sus consecuencias en una rica teología, especialmente sobre la santificación del trabajo y de las realidades terrenas, en este caso.

El hecho bien puede serviros de utilísima inspiración. Me refiero a la necesidad de que vuestro trabajo intelectual, realizado con el mayor empeño, esté sólidamente unido a una sincera vida de piedad y a un vibrante sentido apostólico. Que viváis de fe, de modo que vuestro corazón se dilate a la medida del corazón de Cristo, porque ésa es la primera instancia de la cual brota, también para vosotros, el sentire cum Ecclesia, exigencia de la verdadera Teología. Os recuerdo con palabras del Papa Juan Pablo II que «la fe es la raíz vital y permanente de la teología», y que «hacer teología es una tarea exclusivamente propia del creyente en cuanto creyente, una tarea vitalmente suscitada y en todo momento sostenida por la fe» (Discurso a los teólogos en Salamanca, 1_XI_1982). Sólo de la fe vivida y practicada, de la fe que obra por la caridad (cfr. Gal 5, 6), puede nacer una teología que sea conocimiento científico de la Revelación de Dios en Cristo.

Mi segunda consideración está dirigida principalmente a los alumnos de la Facultad, y en particular a los que os estáis preparando para recibir el día de mañana las Sagradas Ordenes. El Beato Josemaría instó siempre a los sacerdotes a no dejar los libros de teología, una vez ordenados como ministros de Dios. Con buen humor nos repetía que no podíamos hacer como Fray Gerundio de Campazas, de quien se dice que abandonó el estudio y se dedicó a predicar... Yo soy testigo de la heroica diligencia con que el Beato Josemaría, en medio de las incontables y densas tareas que pesaban sobre sus hombros cada día, logró no dejar nunca —hasta su muerte santa— la lectura de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y de los documentos del Magisterio, y el estudio continuo de tratados y monografías de teología. Estos iluminaban sin cesar su oración personal, su predicación ardiente y su acción pastoral incesante, a la vez que, en forma recíproca, tales actividades le permitían encontrar luces nuevas cuando retornaba al estudio de la teología.

En muchos momentos de vuestra vida, los que seréis sacerdotes os sentiréis tentados de ceder esos ratos preciosos de estudio a un quehacer pastoral sin duda urgente. Yo os sugiero fervientemente que —sin perder el celo del ministerio sacerdotal— volváis una y otra vez a los libros sin cesar, en una actitud de aprendizaje o formación permanente, que no termina nunca, y que torna más eficaz la acción apostólica.

Encomiendo al Señor vuestra tarea académica de profesores y alumnos, así como el trabajo de cuantos colaboráis día a día en el desarrollo de esta gran labor de servicio a la Iglesia y a la sociedad, desempeñando con competencia profesional diversas actividades, igualmente necesarias en la marcha de la Facultad. Pero, antes que nada, encomiendo vuestra vida de piedad y vuestro afán apostólico personal. Os ruego encarecidamente que hagáis otro tanto por mí, encomendando a la intercesión del Fundador del Opus Dei el trabajo que yo debo realizar como sucesor suyo. Necesito vuestras oraciones porque, como he repetido a menudo, no es fácil suceder a un santo. También os solicito la ayuda de vuestra oración por toda la Prelatura del Opus Dei y sus apostolados, de modo que siempre sirva a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.

Pido al Señor, por la mediación de María Santísima y de nuestro padre San José, que derrame sobre la Facultad de Teología su bendición más copiosa, para que continúe fidelísimamente las huellas del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, orientadas hacia la gloria de Dios. Pido también que llene generosamente vuestros corazones y vuestras inteligencias con sus dones.

No quiero terminar estas líneas sin enviar mi más cordial y fraterno saludo al Eminentísimo Cardenal Pio Laghi, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, al Arzobispo de Pamplona, al clero de esa queridísima diócesis, a la vez que manifiesto al Prefecto de la Congregación mi agradecimiento por su presencia en estos actos conmemorativos.

Os saluda a todos, os desea toda clase de bienes y os envía su bendición

+ Alvaro del Portillo '

Gran Canciller de la Universidad de Navarra

Romana, n. 15, Luglio-Dicembre 1992, p. 256-258.

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